Mucho se ha especulado sobre el uso de las redes sociales; algunos afirman que su uso excesivo es perjudicial desde el punto de vista psicológico y social, otros afirman lo contrario.
Pero ¿realmente modifica nuestro cerebro?, ¿qué tanto hay de cierto en que las redes modifican nuestros patrones neuronales? Se han realizado algunos estudios al respecto.
La doctora Susan Greenfield, neurocientífica y política británica, ha afirmado que la red tiene un efecto de «infantilización» en los adultos:
“Mi temor es que estas tecnologías están infantilizando el cerebro en un estado en el que parece el de un niño pequeño que está atrapado por los sonidos raros y las luces brillantes y que además pone poca atención en lo que hace”, señaló.
Por un lado, se dice que el uso de redes sociales como Twitter, por ejemplo, causa pérdida de la atención, no sólo a las labores cotidianas, trabajo, estudios e interacciones de la vida real, si no que la capacidad de respuesta del cerebro también es menor.
De igual modo, afirman que conduce a errores ortográficos por el uso de abreviaturas y poco uso del lenguaje, reduciendo también la capacidad de lectura de libros y temas de conocimiento profundo.
En el caso de Facebook e Instagram, también aseguran que conducen a una afectación conocida como FOMO (fear of missing out) o miedo de perderse algo, en la que el usuario está constantemente atento al sonido de las notificaciones o prestando menos atención a su entorno.
También dicen que puede conducir a estados depresivos o de ansiedad al ver imágenes de amigos en fiestas o de vacaciones, generando el deseo de experimentar lo mismo y no sentirse cómodos con sus propias experiencias. Otros estudios señalan que se afecta el patrón de sueño al estar revisando constantemente las redes sociales antes de dormir.
Sin embargo, otros análisis revelan lo contrario. Según un estudio de la UCLA realizado en 2008, las personas mayores, entre 55 y 76 años que utilizan internet han mejorado sus habilidades cerebrales.
De igual modo, entre otros beneficios del uso de las redes encontramos, en la infografía elaborada por www.tollfreeforwarding.com, datos acerca de cambios químicos y hormonales que suceden cuando interactuamos en las redes sociales.
Por ejemplo, se afirma que los niveles de oxitocina pueden aumentar hasta un 13%, lo que provoca un aumento de la confianza y seguridad en uno mismo y reduce la ansiedad.
Por otra parte, parece que ser que las notificaciones actúan como señales de recompensa, activando una región cerebral que también procesa emociones relacionadas con la comida, el dinero o el sexo. También despierta la adrenalina al chequear constantemente nuestros perfiles en las redes sociales.
Incluso algunos investigadores sostienen que ningún estudio ha sido concluyente en relación al efecto real en el cerebro producto de la exposición a las redes:
«No ha habido un solo estudio que analizara los efectos de las redes sociales en el cerebro», dijo Dar Mehsi, un neurocientífico cognitivo en la Freie Universität Berlin. «No sabemos nada (acerca de cómo el cerebro cambia con las redes sociales)».
Por otro lado, no podemos prescindir de la tecnología de las redes, de los beneficios de la inmediatez en la comunicación, del acceso a información remota, de sus aplicaciones en la educación formal, que puede complementarla, mientras se ahorra tiempo y distancia.
Así mismo, ayuda a las personas a relacionarse cuando padecen de timidez en su entorno real; incluso están los casos de parejas felices que se conocieron a través de las redes sociales.
Como los estudios son controversiales y ninguno ha podido comprobar cuál es la modificación real en nuestros patrones cerebrales, se recomienda moderación y prestar atención al tiempo que se usa navegando en Internet.
Si este tiempo impide o perjudica la experiencia en el mundo cotidiano, como asistir a la escuela, la universidad, el trabajo o se es incapaz de tener alguna conexión social con las personas en la vida real, entonces debería ser atendido como una adicción y procurar que no ocupe todo el espacio de nuestras vidas.
Por lo pronto, habrá que esperar más estudios que determinen si efectivamente con el paso de los años se han producido cambios en el cerebro con el uso de la red.