Lo más difícil para los grandes atletas profesionales de todos los tiempos es decir adiós al juego que aman.
Para algunos es la pérdida de la camaradería en el vestuario, mientras que otros suelen extrañar la adulación. Algunos han hablado abiertamente sobre el dinero, aunque seguramente muchos más lo piensan, eso también es parte de la ecuación, aunque solo sea inconscientemente.
Todos hablan del cambio en su identidad. Imagina pasar la mayor parte de tu vida queriendo ser algo, lograrlo y luego tenerlo arrancado para siempre sin que sea culpa tuya.
Sin embargo, Kobe Bryant era diferente.
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No era simplemente una leyenda de la NBA, era un ícono cultural. Las leyendas son honradas por lo que han logrado. Los iconos establecen continuamente la barra de lo que es posible.
No pasan mucho tiempo celebrando el ayer, porque el mañana sigue cantando su nombre. Eso no es para poner una huella histórica sobre otra, sino para aclarar por qué la muerte de Kobe Bryant deja un agujero único en los corazones.
Claro que su serie «Detail» de ESPN, que examinó las X y O del juego, fue fascinante, pero ¿sabías que también creó una serie de libros para niños, debido a su afinidad por los libros de Harry Potter? ¿Que luego se convirtió en un éxito de ventas del New York Times?
En ESPN The Magazine, se presentó a Kobe Bryant como una idea de portada que marcaba el regreso de Phil Jackson como entrenador en jefe de los Lakers.
Sin embargo, él respondió con otra idea, una que mezcló su rostro con el de Jackson y ¿sabes qué? Su idea, como era de esperar, fue mejor.
Estaba interesado en la música. Estaba metido en la moda. No bateó mil, pero nunca tuvo miedo de subir al plato. Esa fue la «mentalidad de Mamba» que el famoso acuñó – una referencia a su apodo – y de la que habló regularmente.
Continuó construyendo sobre eso, desde su libro «The Mamba Mentality: How I Play» hasta la Mamba Sports Academy, la instalación de entrenamiento para atletas profesionales y aficionados que cofundó en 2018.
La «mentalidad de mamba» se ha convertido en un «carpe diem» moderno y el autor de esa frase se apoderó de todos los días con un vigor implacable.
Cuando Kobe Bryant escribió «Dear Basketball», el poema que se convirtió en la base de su corto animado ganador del Oscar, dijo que estaba listo para seguir adelante y le creímos. ¿Por qué? Porque al ver sus últimos juegos en la liga, se pudo ver que le había dado a la NBA todo el baloncesto que le quedaba.
Al escribir «es hora de decir adiós… y eso está bien», se sabía que Kobe Bryant, el artista, el padre, el hombre, tenía mucho que compartir.
Esa es la parte de las tragedias de esta naturaleza que generalmente duele más, no la ausencia repentina de lo que fue, sino lo inquietante de lo que podría haber sido.
Esto es cierto no solo para Kobe Bryant, de 41 años, sino para su hija de 13 años, Gianna y los otros siete pasajeros que perdieron la vida en el accidente del helicóptero del domingo.
El potencial para la grandeza existe en todos nosotros. Puede que no esté acompañado de fama y fortuna, pero siempre proviene de la sensación de saber que te maximizaste.
Kobe Bryant no solo dio todo por el juego, dio todo por lo que estaba involucrado. Debido a eso, no solo lloramos todo lo que hizo, lamentamos todo lo que iba a ser.