6. Thomas J. Grasso
Sus víctimas predilectas fueron personas ancianas, indefensas, entre éstas una anciana, a quien estranguló con la iluminación del decorado navideño, para después robarle. Su modus operandi se repetía sin cesar. Fue condenado finalmente a muerte por homicidio. Antes de su muerte, como parte de su última cena, exigió un banquete que comprendía una selección detallada de platos, entre ellos un cóctel de fresas, dos hamburguesas con queso, dos filetes a la barbacoa, espaguetis, mejillones cocidos con limón y unas cuantas galletas de calabazo. Sus últimas palabras, antes de recibir la inyección letal, fueron: “No tuve los espaguetis que había pedido. Quiero que la prensa lo sepa”. A Grasso no le importó nada más que su comida.