Después del quinto set de los cuartos (3-6, 6-3, 6-7, 6-2 y 2-0 en contra, 3h 47 de partido) el número uno, lesionado del muslo derecho, se retira dejando al croata Cilic como semifinalista.
El tenista español tuvo que ser atendido en la pista dibujándose en su rostro el dolor; tapándoselo con una toalla porque desde el principio sabía que era cosa seria. Después de una resistencia vacía contra el último infortunio, este le obligó a retirarse y por lo tanto a decirle adiós a Melbourne.
Parece que las lesiones no dejan de seguir a Nadal. En 2010, contra Andy Murray, le apartó la rodilla derecha; en 2014, en aquella final que cedió contra Stan Wawrinka, el origen estuvo en la espalda; esta vez, en la zona superior del muslo derecho. El número uno forzó hasta el límite, cinco juegos más, pero no había remedio: con 3-6, 6-3, 6-7, 6-2 y 2-0 en contra, 3h 47 de partido, abandonó y se despidió.
Esta vez el tenista lo intentó, probablemente más de lo recomendable. Dominaba por dos sets a uno y con el 4-1 adverso del cuarto parcial solicitó la asistencia médica. Después de una breve conversación se tumbó en el suelo para recibir un masaje en la zona superior del muslo, cerca de la inserción de la ingle con el pubis. “Es como si la pierna no estuviera en el sitio correcto”, le dijo al médico de pista.
Aun así, continuó con una cojera muy evidente que aumentó conforme siguió jugando. Sin poder hacer apoyos ni correr a por la bola, mientras Cilic le miraba.
Este es el segundo contratiempo físico de Nadal en un margen relativamente corto de tiempo. En la recta final de la temporada anterior fue una tendinitis en la rodilla derecha la que le apeó de la Copa de Maestros y le obligó a ausentarse de Basilea y París-Bercy.
Esto le hizo comenzar el nuevo curso con retraso, pero aun así viajó a Melbourne recuperado. Sin embargo, cuando la situación invitaba al optimismo porque mandaba sobre Cilic, llegó el golpe.
El octavo abandono en mitad de un partido
Esta es la octava vez que el balear se retira en medio de un partido, la cuarta en las Antípodas, porque al abandono de 2010 en Melbourne Park y este último le acompañan otros dos en Auckland (2005) y Síndey (2007). Mañana, el número uno será sometido a unas pruebas médicas que determinarán la gravedad de su lesión.
Su siguiente viaje marcaba hacia Acapulco (del 26 de febrero al 4 de marzo), pero a la espera del diagnóstico todo quedó en espera. Nadal, que tenía dificultades severas para caminar e incluso subir a la tarima de la sala de conferencias, respondió con resignación a los periodistas.
“No sé que tengo”, expresó de partida. “Me duele arriba, en la parte final del cuádriceps, arriba. No sé si es el flexor o qué es exactamente… Para decir algo que ni yo sé ni el médico tampoco es mejor esperar unas cuantas horas para conocer el diagnóstico. Ahora mismo lo único que sé es que esto me ha dejado inhabilitado, esta es la realidad. Ojalá no sea muy grave”.
“Sabía que la situación estaba complicada porque sentía mucho dolor y la pierna se me quedaba bloqueada. Al final uno nunca quiere aceptarlo; uno quiere esperar y buscar si pasa algo y desaparece o mejoras… Me he tomado antiinflamatorios en la pista y estaba esperando a ver si hacían efecto y mejoraba. No soy una persona a la que le guste retirarse, pero llegado a este punto… Voy totalmente cojo. No sé si siguiendo más aún me hubiera hecho más daño, no lo sé. Creo que nunca había tenido una lesión similar, desgraciadamente no me acuerdo de todas”.
Cilic celebra su triunfo contra Nadal
Hasta el instante de la lesión, Nadal había contenido a un Cilic encorajinado que fue de menos a más. El croata, actualmente seis del mundo, sacó rédito al bache del número uno en la segunda manga y cuando vio que este había perdido la autoridad del arranque comenzó a adoptar más riesgos y a afilar sus golpes.
Encontró en el paralelo el arma más letal y en la derecha defensiva del español, demasiado descubierta, la veta idónea para ir arañando tanteo y puliendo la desigualdad. A diferencia de los careos previos entre los dos, en los que mostraba la bandera blanca con relativa facilidad –5-1 en contra, con una única victoria (2009) hasta este martes–, guerreó todo el rato y finalmente contó con un aliado inesperado, el mal físico del tenista español.
Nadal, el primer y único español que ha conquistado el trofeo de Melbourne, cerró con estas palabras:
«Siento tristeza de tener que irme de un torneo que me encanta, en el que me sentía con capacidad de luchar para ganar, porque es la sensación que tenía… y con la tristeza de que haya ocurrido una vez más un problema en mi carrera… pero, al final, cuando ocurren cosas así, uno tiene que saber mirarse en el espejo y recordar las cosas buenas que también le han pasado».